fecha de inicio | actividad | pais | lugar | desde - hasta | dias | km | km/ dia | comentario |
04.10.2013 |
bicicleta, paragliding |
Venezuela |
Santa Elena |
1 |
64 |
- |
preparación |
|
05.10.2013 |
descansar |
Santa Elena |
1 |
0 |
0 |
pie dolor |
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06.10.2013 |
bicicleta |
Gran Sabana |
Santa Elena - Kavanayen |
2 |
241 |
120 |
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08.10.2013 |
caminar, canoa |
jungla |
Kavanayen - Kamarata |
4 |
118 |
29 |
5 ríos para cruzar con bote |
|
12.10.2013 |
bicicleta, nadar |
Kamarata - Kavac - Kamarata |
1 |
19 |
- |
bonita cueva con salto |
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13.10.2013 |
canoa, caminar, nadar |
Parque Nacional Canaima |
Kamarata - Salto Angel - Canaima |
8 |
245 |
30 |
3 días remando contra corriente |
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21.10.2013 |
organización |
Canaima |
1 |
0 |
0 |
buscando info para la ruta |
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22.10.2013 |
caminar, canoa, bote remando |
Canaima - La Paragua |
3.5 |
121 |
34 |
4 ríos para cruzar con bote |
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25.10.2013 |
descansar |
La Paragua |
2 |
0 |
0 |
esperando para bicicleta |
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27.10.2013 |
bicicleta |
La Paragua - Ciudad Bolivar |
1.5 |
201 |
134 |
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total
| 25 |
1009 |
40 |
Miro hacía arriba. Sobre mi cabeza veo unos barrancos de una verticalidad impresionante, selva verde y oigo el sonido del agua. Desde lo alto cae una cortina de agua. Se está haciendo realidad uno de mis sueños de la infancia, estoy viendo con mis propios ojos lo que antes sólo había podido leer en los libros. Esta agua cayendo desde casi 1000 metros es el salto de agua más alto del mundo: Salto del Ángel. Y no. No es verdad que la única manera de llegar hasta aquí sea en avión.
No fue fácil. Fue un desafío logística y físicamente. Además, decidí hacer el viaje por el camino más largo y más desconocido pero más interesante a la vez.
- "Es imposible. Sólo puedes llegar a Salto del Ángel en avión." - Me decían todos.
Sólo dos personas me animaron que sí era posible llegar por agua y por tierra. Cómo me lo consiga será mi problema. Teóricamente podría saltarme esta etapa e ir directamente con la bici hasta el final de mi viaje y en tres semanas estaría durmiendo en mi casa. Pero también sé que si no lo pruebo me arrepentiría hasta la muerte.
Los principios nunca fueron de fáciles. Por primera vez durante este viaje me tomé un día de descanso por enfermedad. Una herida en el pie fue la causante. Cada vez me costaba más caminar así que decidí parar. Sin embargo esto no fue un inconveniente para realizar un plan alternativo. Gracias a la fuerza de la naturaleza, mejor dicho, a las corrientes de aire caliente pude subir para arriba. Como si fuera un pájaro volando en el cielo. Bajo mí; montañas, ríos, campos, bosques... pequeños y lejanos. Sin duda, el vuelo en parapente fue una experiencia inolvidable.
Al segundo día, el antibiótico hizo su efecto y mi pie mejoró. Me puse a caminar con esperanzas renovadas. ¿Sería capaz de llegar a Salto del Ángel?
En Kavanayen estuve hablando con unos indios sobre la posibilidad de ir a Salto del Ángel. Ellos hablaron entre ellos, hablaron por radio con otros de otros pueblos... Después de unas horas dijeron: “No se puede”.
Intenté averiguar el porqué. Resultó que técnicamente si que era posible pero el problema estaba en el tiempo que tardaríamos en llegar y en el precio que era astronómico. Procuré convencerles ofreciéndoles diferentes variantes, hablándoles de un camino más rápido que abarataría el precio también. Me contestaron que volviera al día siguiente. Con resignación cogí mi bici y me empecé a mentalizar para volver de la misma manera de como llegué. Mala suerte. Me encogí de hombros y no tuve ni determinación ni fuerza para seguir luchando.
Pero a la mañana siguiente, ¡sorpresa!. El precio baja una tercera parte (aún sigue siendo muy caro) y me decido en seguida: Salimos ya!! Eso sí, tengo que enviar mi bici antes.
Savanna.
Ante nosotros se alzaba un tepuy mayestático. El sol quemaba la hierba dotándola de unos colores maravillosos. Entramos en la selva, nos encontramos con jabalíes, cruzamos miles de ríos... pero reina una inmensa tranquilidad. No cuento los días. Es todo tan bonito! Sin duda, mucho más que una carretera de asfalto llena de coches corriendo como locos. Pero no todo iba a ser perfecto. Los miles de mosquitos, bichos, chinches... picaban sin tregua. Me rascaba constantemente y pude verlos de cerca, sus piernas, sus cabezas, incluso pensé que me sonreían maliciosamente mientras se daban un festín a costa de mi sangre. Aprecié que los muy cabrones se escondían bajo mi piel y solo podía matarlos cuando se habían atiborrado tanto que estaban tan gordos que no podían ni moverse.
Ricardo caminaba muy deprisa, tanto que a veces lo perdía de vista. Yo no era el chico ágil del principio de esta aventura y caminaba más poco a poco, sin prisa. Además, ya no tenía mis botas de trekking que las cambié por unas sandalias (en medio de la jungla, ¿a quién se le ocurre?).
Aún así íbamos rápido y sin descanso. Haciendo largas tiradas. De manera que no fue raro que tardáramos tres días y medio en lugar de los siete previstos.
En Kamarata negocio otra expedición. Tengo dudas porque puedo ver el Salto del Ángel desde arriba o desde abajo, pero no tengo fuerzas para las dos. Me arriesgo y me decido a verlo desde abajo; se necesita menos tiempo, hay que caminar menos pero no estoy seguro si se puede remar contra la corriente del río.
Los indios necesitan otro día para prepararse.
Yo no puedo estar todo un día sin nada que hacer. Sin electricidad, sin internet ni ordenador. Así que me voy a ver el cañón de Kavac. Qué sorpresa más agradable! Tuve que ir nadando por un barranco muy estrecho para poder contemplar al final el maravilloso juego de luces que forma el agua entre las rocas. Mereció la pena.
Acampados en Lodgy no nos aburrimos. Primero un terremoto bastante fuerte nos sorprendió en mitad de la noche. Fue increíble.
Después, ir al baño era toda una aventura. Te podía pasar cualquier cosa. Fui a hacer mis necesidades, me puse en posición y para mi sorpresa me encuentro una serpiente justo debajo. Menos mal que me di cuenta antes de tiempo sino ya no estaría contando esto.
También me encontré con una auténtica marabunta y al día siguiente una rana, una araña gigante... Me puse a reír, qué sería lo siguiente?
Llegó el día esperado y salimos cuatro personas hacía el Salto del Ángel. Los indios hacen lo que pueden, reman bien, cocinan rico y se organizan adecuadamente. Hay pequeños rápidos que nos obligan a ir por los márgenes del río. Cada vez hay más distancia entre nosotros. No sé si es del tipo gringo-indio o turista-guía. Lo acabo entendiendo al cuarto día cuando llegamos al inicio del río Churun:
- “La corriente es muy fuerte, no podemos ir 40 km en contra de ella” - Me dicen.
Lo que da a pie a una fuerte discusión entre ellos y yo. No voy a dejar escapar mi sueño sin ni siquiera intentarlo. Les ofrezco varias alternativas pero evidentemente no tienen ganas. Dicen que no tenemos comida suficiente.
Replico que si no tenemos comida suficiente ya lo sabían antes de empezar y que estaba claro que ellos no tenían pensado llegar hasta el final. Les recuerdo que en el contrato que hemos firmado queda bien claro que si no llegamos al Salto del Ángel no les pagaría ni un dólar. Para mi lo más importante era hacer realidad un sueño que tenía desde pequeño y no el maldito dinero. Ellos estaban convencidos que como un turista me acabaría subiendo a uno de los barcos con motor que realizan la visita típica. Se equivocaban. No esperé a escuchar sus opiniones, les grité:
-Vais a cazar y pescar o volvéis por más comida pero yo seguiré avanzando a pie por la orilla del río.
Cogí el machete y me dirigí hacía la espesa jungla. Estaba furioso y desesperado.
-A pie tampoco se puede! Se quejaron. Pero me daba igual.
Poco después íbamos caminando, todos menos uno que nos seguía con la canoa, con dificultad a través de la jungla, buscando allá donde era menos densa. No estábamos bien preparados para atravesar ese tipo de terreno: pantalones cortos, sandalias, zapatillas... No había más remedio que ir despacio. Pero poco a poco me iba acercando a mi sueño.
Al principio intenté no entrar en el agua, pero al rato ya tenía los pies dentro de ella. Para ir más rápidos y no perder tiempo rodeando ríos y arroyos, los cruzábamos con el agua hasta las rodillas, después hasta la cintura, los hombros, para acabar nadando. Fuimos todo el trayecto con las ropas mojadas porque además la temporada de lluvias no había acabado y todas las tardes caía una fina lluvia. Suerte que era una lluvia caliente, muy agradable.
Los chicos vieron que mi empeño por conseguir mi meta era muy fuerte y al final decidieron colaborar. Con algunos de los barcos turísticos que nos encontramos por el camino intercambiaron algo de comida por un licor que ellos mismos fabricaban. También pescaron y cazaron, dispararon a un pájaro colorado que nos comimos al atardecer. Me alegré de verlos más animados. Incluso nos hicimos unas cuantas fotos.
Al día siguiente la corriente no era tan fuerte y el nivel del agua había descendido un poco. Eso nos permitió avanzar durante medio día remando. En el momento que la corriente va en aumento tenemos que seguir por la jungla, a pie. Es ahí donde me quedo embobado viendo a un tucán volar.
El tercer día ya puedo vislumbrar el Salto del Ángel. Incluso estando a cierta distancia causa impresión. Pocas horas después ya estoy a sus pies. Por fin veo mi sueño cumplido. Me sentí muy aliviado, con una emoción inmensa. Volví al campamento donde los indios me organizaron una cena con algunos turistas para celebrarlo.
A la mañana siguiente debemos partir. Ha estado toda la noche lloviendo y parece que va a seguir así. El desayuno huele muy bien pero aprovecho que a veces se abre algún claro de cielo azul entre las nubes y me levanto de la mesa para ir a ver de nuevo el Salto del Ángel. Aún no me lo puedo creer. Es impresionante. Maravilloso cuando entran en contacto los rayos del sol con el agua cayendo desde lo alto. El ruido. No tengo palabras.
Vuelvo a donde están desayunando los guiris y pido prestada una cámara de fotos porque la mía se ha quedado sin pilas. Ellos se tienen que ir pero yo voy por libre y dispongo de mi tiempo. Les digo a los indios que me han traído hasta aquí si me quieren llevar hasta un punto más elevado donde las vistas son aún mejores. Como ya suponía, al principio se niegan pero cambian de opinión cuando les ofrezco una compensación económica. Pagando San Pedro canta.
Cruzamos al otro lado del río y seguimos caminando. Sorpresa: el arroyo que atravesamos ayer a pie hoy es imposible: baja el agua con demasiada fuerza, casi furiosa. Propongo buscar un paso más seguro y seguimos río arriba. Después de 15 minutos admito que debemos volver porque me niego a que uno de mis guías use el motor de la canoa ni medio minuto. Buscamos un nuevo plan. Observamos el río, su trayectoria, la fuerza de sus aguas y vemos como en un recodo hay unos árboles caídos. Nos acercamos con la esperanza que nos sirvan de puente. Uno tiene buena pinta: ancho, estable.¡Vamos a hacerlo! Me quito los zapatos, descalzo es más seguro. Sin duda, es uno de los momentos más peligrosos de toda esta aventura, no puedo cometer ningún error o me iré río abajo. Voy despacio, paso a paso, con los brazos abiertos para equilibrar mi cuerpo. No sé donde mirar. Me tengo que concentrar en mis pies pero justo debajo de ellos corre con rabia el agua, el ruido es ensordecedor, la tensión máxima. Al final lo consigo, debido a los nervios no pude hacer ni una foto y por desgracia ya no volveremos a pasar por aquí porque quedé con los chicos en otro sitio al que ellos irán con motor y yo no. Lástima.
Cuando llegué a estar justo debajo de la Gran Cascada me quedé mudo. No sólo tuve que cerrar la boca para que no me entrara el agua que el viento movía de aquí para allá. Teóricamente estoy ante el mismo salto de agua que ayer, pero hoy, desde este lugar, lo veo completamente diferente. Estaba más feliz que un niño con zapatos nuevos. Pude hacer unas fotos con la cámara de mis guías, utilizando mi tarjeta de memoria.
Tras haber pasado tres días remando en contra de la corriente del río Churun, ahora que la teníamos a favor todo parecía más fácil. Pero el nivel del agua subió mucho y nos vimos obligados a realizar una serie de improvisaciones. Enviamos nuestro equipaje en uno de los barcos turísticos, así nuestras canoas se hicieron más estables y ligeras, navegando mucho mejor. Me dieron un chaleco salvavidas ¿porqué?
Pronto lo supe. Con la corriente descendíamos muy deprisa y con las prisas, los primeros rápidos. Estoy empapado por fuera y cagado de miedo por dentro. Por un pelo que no nos estrellamos contra las rocas... Buff! Poco después tuve que achicar agua de la canoa. Las estábamos pasando canutas. Suerte que los chicos sabían lo que hacían. Antes de llegar a las cascadas más grandes paraban y analizaban por donde era mejor pasarlas. Pasamos por una playa en la que habíamos estado unos días antes y ahora estaba toda inundada. Por fortuna, el río fue perdiendo fuerza poco a poco y pudimos continuar más tranquilamente. Encontramos nuestras mochilas escondidas en el bosque y seguimos nuestro camino hasta Canaima. En total, 8 días en canoa.
No fue fácil salir de aquí. No paraban de darme información contradictoria. Me marearon como una perdiz, yendo de una casa a otra como si fuera una pelota de ping pong. Al final decidí la opción más lógica. Un indio me llevó a casa de su madre donde había una canoa disponible (es difícil que esto suceda porque normalmente las guardan como si fueran oro en paño). Una vez pasé el río Caroni, lo más difícil quedó atrás. O eso me creía yo...
Desde allí sólo tenía que caminar durante dos kilómetros campo a través hasta llegar a la carretera. Pero los arbustos eran tan densos y espinosos que me picaban las piernas y no tuve más remedio que dar media vuelta e ir por el arroyo. Al final conseguí llegar a la carretera (incluso aparecía en los mapas por lo que pensé que todo sería más fácil) pero la carretera no era más que un camino estrecho de tierra que se perdía en medio de la sabana. No tardé mucho en llegar al único pueblo que hay entre Canaima y la civilización; Las Bonitas. Allí pasé unas horas hablando con un comerciante de oro y diamantes. Fue interesante ver el oro y los diamantes en bruto y oír historias de actividades fuera de la ley. Como me transmitía confianza le cambié dolares por bolívares venezolanos.
Continué con la marcha aunque la gente de aquí me advirtieron:
- “Si todo va bien, en coche, tardarás una semana”. No les creí.
Dos días después me di cuenta que me decían la verdad.
Iba por la pista para 4x4 más dura que he visto en mi vida. Dos días sin ver a nadie. Solo. No me pasó ni un coche.
Lo más divertido fue que la pista me recordaba más a un río que a un camino apto para vehículos con ruedas. Normalmente podía seguirlo pero cuando los arbustos, las plantas se cerraban y se convertían en una jungla densa no me quedaba más remedio que ir por el agua. Era un terreno pantanoso, lleno de barro que me hacía resbalar y perder el equilibrio lo que me obligaba a ir muy despacio.
Era curiosos porque cuando no había mucha agua, había mucho barro. Hasta las rodillas. Sucio y pegadizo barro. El segundo día durante unos diez kilómetros fui siguiendo las huellas que un jaguar había dejado en el barro. Estaba intranquilo. Además oía los ruidos de no sé qué bestia pero parecía un monstruo. En una ocasión lo escuché tan cerca que aceleré el paso, sin saber que quizá me estaba aproximando más a él.
Cuando el suelo era más firme pude andar más rápido, con mi cara abría camino llevándome todas las telarañas por delante. Me gustan las arañas pero no en mi cara.
Después, cuando llegué, la gente de allí me explicaron historias sobre ataques de jaguares a personas que invalidaron mi teoría al respecto en la pensaba que huían de los humanos. Menos mal que no lo supe antes sino hubiera entrado en pánico...
En la primera casita del pueblo ya me avanzaron las “atracciones” que me quedaban por pasar. El río acaba su curso aquí y se convierte en tres lagunas que tendría que atravesar. Dos de ellas no son muy profundas y podré sortearlas con mi mochila sobre mi cabeza siempre y cuando siga haciendo pie. Con la tercera no había manera. No tuve más remedio que buscarme una canoa.
Ahora sé porqué la gente de aquí solo viaja durante la estación seca. Las pilas de mi cámara no funcionaron así que no pude hacer todas las fotos que me hubiera gustado. Cuando estaba pasando por una de las lagunas le pedí a un hombre que me hiciera unas fotos con su teléfono móvil pero con mi tarjeta dentro. Todo bien excepto por el hecho de que puso la resolución más baja.
En resumen puedo decir que esta etapa significó un gran desafío. Un duro desafío pero del que no me arrepiento. Aunque tuve que tirar a la basura mis pantalones y mi camiseta puedo decir que la experiencia valió la pena.
En la Paragua hablé con un vendedor de oro. Sé portó genial conmigo; me pagaron el hotel, me dieron de comer y organizaron el transporte de mi bicicleta. Tuve que esperar dos días hasta que llegase mi bici y no soporto esperar, pero...
Muchas gracias al equipo de Venezuela Explorer y a la familia de Oro.
pais | dias | alimento | alojamiento pagado (numero) | permisos, admisiones | guias | equipo compra, alquiler | equipo y otras flete | *transporte | otro | total |
Venezuela | 25 | $237 | (7) $44 | $7 | $794 | $200 | $13 | $0 | $45 | $1340 |
guía de jungla 4 días $285
canoa con 3 indígenas 8 días $675